Si te paras a pensarlo, la vida se parece mucho al poker.
Tienes unas cartas, y dependiendo de ellas apuestas o no; puedes ganar o puedes
perder, y en algunas ocasiones, aunque pierdas, es tan adictivo que sigues
jugando.
En la vida real, las cartas somos nosotros mismos. Son
nuestras experiencias, nuestro estado de ánimo, nuestra personalidad, las
habilidades que poseemos, las ganas. Todas ellas cambian a lo largo de la
partida que es vivir y solemos buscar la combinación óptima para apostar.
Yo siempre me he considerado un poco temeraria y un poco
adicta a las apuestas, ya que no puedo no apostar, me resulta imposible. He
perdido muchas veces, pero creo que he ganado más de lo que he perdido. Incluso
he apostado cuando no quedaba nada que apostar, cuando ya no había cartas, pero
¿No consiste en eso la vida?