martes, 5 de abril de 2016

Cicatrices

El otro día estaba mirándome una cicatriz que tengo en el brazo y me acordé del momento en el que me la hice. Fue un momento realmente gracioso, pero realmente no he venido a hablar sobre cosas graciosas. 
Esa cicatriz me hizo pensar en la piel como lienzo de la experiencia. Las arrugas nos hablan de cuánto ha vivido una persona, la rugosidad de las manos delatan cuánto ha trabajado alguien y las cicatrices nos recuerdan todas aquellas veces que nos hemos caído y nos hemos hecho daño.
Es curioso el proceso de herida-curación-cicatriz. Te haces daño y al principio duele mucho, tanto que eres incapaz de obviar que el daño está presente. Pasan las semanas y la herida cura, ya que el tiempo lo cura todo (o eso dicen). Sin embargo, hay heridas que son tan profundas que cuando curan dejan un pequeño recordatorio: una cicatriz. Las cicatrices nos sirven para no olvidar, para aprender de los errores y si lo pensamos detenidamente, los tatuajes no son nada más que cicatrices que nos hacemos a propósito para rememorar algo (en la mayoría de los casos). Si es que en realidad existen cicatrices de muchos tipos.
Las que más me gustan son las que no se ven, las que van por dentro y solamente son perceptibles por la persona que las porta o más bien, soporta, y la duda que se me plantea en este momento es la siguiente: ¿Cuánto tiempo hace falta para dejar de ser consciente de que esa cicatriz está ahí? Porque a veces por mucho tiempo que pase, la cicatriz sigue acaparando gran parte de nuestra atención.