A mi me apasionaba sentir el roce de su cuero, me ponía escucharlo chocar contra el suelo una y otra vez en apenas unos segundos. Sentía la presión de ir uno abajo y quedar unas décimas - suficientes - para darle la vuelta; la sentía y era excitante. Me gustaba volar para conseguirlo, me gustaba gritar e incluso los golpes que podía llegar a recibir, ya que aguantarlos era un signo de superación, de fortaleza.
Era una pasión, al igual que la música, y se ha ido para siempre. La vida es curiosa...tiene sus cosas.