sábado, 20 de octubre de 2012

De nuevo a viejo.

El tiempo cambia; hoy sol, mañana lluvia. Los tiempos cambian, hoy pensamos de un modo, mañana de otro muy distinto. Las modas cambian, hoy se lleva lo apretado, mañana lo holgado. 
La vida consiste en eso, en cambios, en giros inesperados que hacen nuestro día a día más emocionante, más intenso. El principal problema de los cambios es que asustan, nos resultan en la mayoría de los casos incómodos. ¿Por qué? Lo cierto es que nos gusta acostumbrarnos a las cosas, saber cómo son y serán, desterrando así toda incertidumbre. Reconozcámoslo, nos pone nerviosos mirar hacia delante y no ver las cosas con demasiada claridad, nos da miedo.
Alguien me dijo una vez una cosa bastante obvia, pero no por obvia o simple deja de ser una gran verdad: "lo nuevo da miedo, pero llega un momento en el que deja de ser nuevo y todo vuelve a la normalidad". Y es cierto, lo nuevo no es nuevo para siempre, lo nuevo se convierte en viejo algún día.
A veces me pregunto qué es peor, ¿Los cambios inesperados o los cambios esperados? En mi opinión, saber que vas a tener que adaptarte a un cambio en un futuro cercano es algo bastante duro. Tu cabeza se crea expectativas sobre como será ese futuro, y como digo siempre, las expectativas son un obstáculo en nuestras vidas. 
Hay veces en las que la vida nos propone un reto: permanecer en dónde estás o irte a otro lugar, enfrentándote a ese cambio. Me han dicho muchas cosas sabias a lo largo de mi vida, pero sin duda una de las que más me ha llegado ha sido la siguiente: 
"Irse a otro lugar da miedo, pero la verdad es que al final son las mejores experiencias porque si te quedas siempre en el mismo sitio todo es lo mismo, nada cambia; tu no cambias, ni evolucionas".
Y con esto, creo que no hace falta seguir divagando sobre este tema.

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