martes, 10 de abril de 2012

Come on up for the rising.

Después de unas cuatro horas de espera, empezó a sonar una melodía conocida para los Gallegos: A Rianxeira. El público empezó a gritar su nombre, deseando que saliera al escenario a deleitarnos con su música. Cuando se dejó ver encima del escenario 40.000 personas comenzaron a aplaudir, ilusionadas. Yo entre ellas, no podía creerme que tuviera a mi ídolo delante de mi. 
Cuando hizo sonar su música, acompañado de su increíble banda, se me puso la piel de gallina, mis ojos se humedecieron. Allí estaba yo, entre esa multitud, gritando y saltando, disfrutando de cada nota, de cada palabra que salía de su boca. Fueron tres horas y media de espectáculo, de buena música, de vida.
Ya han pasado casi tres años, pero cuando recuerdo esa noche, todavía puedo sentir la música de BRUCE SPRINGSTEEN en mi interior, todavía se me estremece todo el cuerpo.
Hay ciertas cosas que nunca se olvidan.

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