jueves, 26 de abril de 2012

En el patio de mi edificio hay un balón de baloncesto. Lleva ahí varios días, desafiándome, aguantando bajo la lluvia, aguantando el frió de este Abril. Lo veo todos los días, y todos me dan ganas de cogerlo y jugar con el un rato; pero no lo hago...no es mi balón.
A veces me entra la nostalgia; a veces echo de menos mi deporte. Sí, ese que tanto me ha dado durante trece años de mi vida. No solo me ha hecho crecer como jugadora, sino como persona. Me ha enseñado lo que es el compromiso, la dedicación, la ilusión. Me ha hecho reír, me ha hecho llorar; incluso a veces me ha hecho sufrir. Me he desesperado muchas veces; he gritado y he tirado banquillos, he dado patadas a botellas que no tenían la culpa de nada...pero en el fondo, me gustaba esa sensación de sentir los latidos de mi corazón, de notar mi respiración acelerada, entrecortada y de sentir el sudor caliente en mi frente. 
Quizás juegue con ese balón un rato.

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