Ellas siempre están ahí, aunque no siempre las podamos ver. Nos miran desde arriba, nos protegen. Brillan más que nada pues son la luz de la inmensa oscuridad del universo. Nos guían en muchas ocasiones, y en otras, simplemente nos hipnotizan con su infinita magia blanca. Ellas siempre nos miran, y realmente pocos de nosotros les devolvemos las miradas.
Yo siempre seguiré subiendo al tejado a mirarlas, a apreciar su belleza. Me han dado la solución a muchos de mis problemas. He tenido paciencia para descifrar lo que me querían decir, y ha dado su fruto.
Creo que a veces no sabemos apreciar esos pequeños detalles que nos brinda la naturaleza; no intentamos sentirnos en armonía con ella, y eso es una de las grandes pérdidas de la humanidad con el paso de los siglos.
Sin embargo, mientras siga habiendo personas, como yo, que les devuelvan las miradas, ellas seguirán brillando.
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